La prisión había tomado todas las medidas de seguridad que
le eran posibles; guardias en cada esquina al igual que cámaras, silencio
absoluto para identificar cualquier alteración dentro del establecimiento y,
por supuesto, un cronograma para cada preso.
A Blue no le quedaba mas que 10 minutos para
salir de allí, pues en ese tiempo, llegaba el compañero de esquina del guardia
asesinado….tal vez ya sospechaban de el ahora, el guardia no había llevado la
bandeja a la cocina.
La ventilación era la única solución el cuarto
no contaba con ninguna ventana, tan solo
una puerta y oscuridad total.
Quitó la tapa de la ventilación y la ató a uno
de sus cordones, tomó la silla y la puso justo debajo del hoyo, se subió con
esfuerzo y dejó caer la silla a un lado. Regreso la puerta a su lugar y luchó
durante 15 minutos hasta encontrar una salida en el ducto de la ventilación.
Ahora se encontraba encima de un montaña de basura;
debió haberse acumulado desde como hacia una semana, podía intuirlo por el
aroma de las sobras de almuerzo que se había empeñado tanto en recordar. De
repente oyó un pitido, un tanto familiar, como el de una volqueta…. ¡Una volqueta,
claro! Era el camión de la basura. Se sumergió en los desechos hasta terminar
enterrado por completo y sin poder respirar. Sintió como la maquina volteaba el
tarro con él dentro y lo reunía con la basura de los otros tarros. Esperó y
esperó, sofocándose con el olor y aplastado por el peso. Finalmente el
movimiento terminó y pudo mover sus entumecidos miembros.
Le tomó menos de un minuto el darse cuenta de
donde se encontraba. Había recorrido ese lugar un millón de veces cuando era
niño para rodar llantas y reparar objetos que aun servían. Fue un niño otra vez
y empezó a rodar una llanta hasta terminar exhausto y con las manos negras. Se sentó
sobre una pila de chatarra y a la luz de la luna pudo vislumbrar el brillo de
un coche de juguete. El remordimiento lo paralizó; el coche era del mismo
modelo del que una vez le regaló su padre, en su cumpleaños numero once, y el
que planeaba regalárselo a su hijo cuando lo tuviese. En ese instante recordó a
su esposa, quien le había visitado 5 meses contados y luego no volvió durante
19 años. Se acordó de la prisión. Su estancia allí hubiera sido mas soportable
al contar con el apoyo de su esposa, pero después de que dejo de ir, cada día
se hizo mas insoportable y desquiciante.
Tomo el pequeño coche y se lo guardo en su
andrajosa chaqueta…
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